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Chaucer Geoffrey

Geoffrey Chaucer (c. 1343-1400), poeta inglés, uno de los más sobresalientes de su país, cuya obra maestra, los Cuentos de Canterbury, resultó crucial para el posterior desarrollo de la literatura inglesa. Se conoce su vida a través de documentos relacionados con su carrera como funcionario de la corte de los reyes Eduardo III y Ricardo II.
Hijo de un próspero comerciante de vinos londinense, debió asistir a la escuela de gramática latina de la catedral de Saint Paul, y quizá estudió Leyes en Inns of Court. En 1357 era paje de la condesa del Ulster, Isabel, esposa del príncipe Lionel, tercer hijo de Eduardo III, lo cual le permitió, probablemente, aprender los modales de la corte y el uso de las armas y, hacia 1367, era escudero del rey Eduardo. Al parecer, en el año 1366 se casó con Philippa Roet, dama de compañía de la Reina, y más tarde estuvo al servicio de Juan de Gante, duque de Lancaster y cuarto hijo del rey Eduardo. Entre 1374 y 1386 trabajó como inspector de aduanas para la ciudad de Londres y entre 1389 y 1391 como funcionario responsable de los palacios y parques reales. Hacia 1386 se trasladó a una residencia en el campo, probablemente en Greenwich y, más tarde, se instaló en la región de Kent, donde en 1386 era juez de paz y miembro del Parlamento.
Chaucer viajó al frente de numerosas misiones diplomáticas a Francia, España e Italia en los años 1372, 1373 y 1378, lo cual le permitió entrar en contacto con las obras de Dante, Petrarca y Boccaccio (escritor que influyó notablemente en sus posteriores obras). En el último año de su vida alquiló una casa en las cercanías de la abadía de Westminster, templo en el que se le concedió el gran honor de ser enterrado a su muerte, en el lugar que a partir de entonces se conocería como el rincón de los poetas.
Durante toda su vida, Chaucer escribió y leyó sus obras para un selecto público de cortesanos y funcionarios entre los cuales, sin duda, debió encontrarse algún miembro de la familia real. La cultura de la aristocracia inglesa del momento era aún predominantemente afrancesada, por lo que en las primeras de sus obras se puede rastrear la influencia de poetas franceses de moda en la época, como Guillaume de Machaut y Jean Froissart, así como del gran drama alegórico del siglo XIII, el Roman de la Rose, obra de los poetas franceses Guillaume de Lorris y Jean de Meung, cuyo tema común era el amor cortés.
El autor inglés aseguraba haber traducido el Roman de la Rose, aunque, si ello fue cierto, hasta nosotros no han llegado sino algunos fragmentos. Su primera obra propia fue El libro de la duquesa, una elegía escrita para Juan de Gante con ocasión de la muerte, en 1369, de su primera esposa, Blanca, protagonista indirecta del poema. En esta obra el poeta se encuentra con un apenado caballero negro (Gante) que le hace un conmovedor relato de su amor y su tristeza por la pérdida de su 'hada madrina blanca' (Blanca).
Del mismo modo que El libro de la duquesa refleja las influencias del poeta clásico Ovidio y de la poesía francesa contemporánea, La casa de la fama y El parlamento de las aves, dos poemas relacionados también con los sueños, muestran la influencia de Dante y de Boccaccio. El inconcluso La casa de la fama, un poema de más de 2.000 versos, refiere, en tono humorístico, un frustrante viaje del poeta a lomos de un águila dorada (idea que proviene de Dante) rumbo al palacio de la diosa Fama, mientras que en El parlamento de las aves, el poeta es testigo de un infructuoso debate sobre el amor que tiene lugar entre distintas especies de aves. Estos tres poemas oníricos, escritos aproximadamente entre 1373 y 1385, contienen una curiosa mezcla de comedia y especulación seria sobre la enigmática naturaleza del amor.
En este periodo, el poeta también tradujo y adaptó obras religiosas, históricas y filosóficas, como la vida de santa Catalina, una serie de dramas medievales, breves vidas de personas desfavorecidas por la fortuna y una traducción de De Consolatione Philosophiae, escrita por el poeta latino clásico Boecio para proclamar su fe en la justicia divina y en la Providencia, que influyó profundamente en sus obras Troilo y Crésida (hacia 1385) y El cuento del caballero, adaptaciones de cuentos de Boccaccio.
Troilo y Crésida (traducción del poeta español Luis Cernuda, 1952), poema de más de 8.000 versos, es su obra más importante después de los Cuentos de Canterbury. Narra la historia de un amor trágico del príncipe troyano Troilo, que consigue a Crésida ayudado por las maquinaciones de un amigo íntimo, su tío Pándaro, y la pierde ante el guerrero griego Diomedes. La historia de amor se convierte, pues, en una tragedia medieval, que tiene como tema central el sentimiento de que la persecución de los transitorios ideales terrenales se convierte en algo insignificante comparado con el eterno amor de Dios. El poema termina con una solemne advertencia del autor a los jóvenes para que rechacen los vanos amores terrenales y vuelvan sus corazones hacia Dios. Los personajes de este extenso poema son tan complejos desde el punto de vista psicológico, que esta obra ha llegado a ser considerada como la primera novela moderna.
Más adelante, en el prólogo de La leyenda de las mujeres de bien (c. 1386), el dios del amor acusa al poeta de herejía por haber escrito acerca de la infiel Crésida, y le impone el castigo de escribir las vidas de las mártires de Cupido, es decir, las mujeres fieles que murieron por amor. Tras completar ocho de estas leyendas, el poeta debió de abandonar el proyecto, pues, hacia 1387, ya estaba trabajando en su obra maestra.
Se trata de una colección de historias cuyo hilo conductor lo constituye una peregrinación a la catedral de Canterbury, donde se encuentra la tumba de santo Tomás Becket. El poeta se une a un grupo de peregrinos, vívidamente descritos en el prólogo general, que se alojan en la Tabard Inn (Southwark) para viajar después a Canterbury. Entre ellos hay todo tipo de personajes de muy distinta extracción social, desde un caballero hasta un humilde labrador, que componen un microcosmos de la sociedad inglesa del siglo XIV.
Para pasar el tiempo, el anfitrión propone que los peregrinos cuenten historias, de modo que cada uno de los aproximadamente 30 personajes (no se llega a conocer con exactitud el número) contará cuatro cuentos. Esta estructura le dio al autor la posibilidad de utilizar distintos géneros literarios: vidas de santos, cuentos alegóricos y relatos de amor cortés, o mezclas de ellos. Chaucer no pudo finalizar su proyecto, ya que sólo pudo completar más o menos la cuarta parte de lo que había planeado. El trabajo consta de 22 cuentos en verso (2 inacabados) y 2 cuentos largos en prosa; algunos de ellos, al parecer, forman parte de sus primeros escritos. La obra Cuentos de Canterbury se compone de más de 18.000 versos separados en grupos de uno o más cuentos por breves notas introductorias.
En esta obra se encuentran los mejores ejemplos de casi todas las historias medievales, aunque la genialidad del autor consistió, sobre todo, en la trama de unión que creó entre los cuentos y la propia historia. Así, después del relato cortés y filosófico que cuenta el caballero sobre un amor noble, el molinero relata una deliciosa y picante historia de seducción dedicada al escudero. Éste contraataca con un cuento sobre la seducción y el engaño de la mujer y la hija de un molinero. De este modo, los cuentos van descubriendo las personalidades, disputas y diferentes opiniones de quienes los cuentan. Los prólogos y los cuentos de la comadre de Bath y del bulero constituyen los puntos álgidos de toda la producción literaria de Chaucer. La comadre, una firme defensora de su género frente al tradicional antifeminismo de la Iglesia, inicia una serie de cuentos sobre el sexo, el matrimonio y la nobleza (gentilesse). El bulero, en cambio, ofrece una escalofriante demostración de cómo la elocuencia en el púlpito convierte la esperanza en la salvación en un perverso juego de confidencias. Además de satirizar, a su modo, los abusos de la Iglesia, el autor también incluye una serie de cuentos didácticos y religiosos, y concluye con el sermón del clérigo sobre el valor de la penitencia. Tras él, escribe una confesión en la que se retracta de sus anteriores textos paganos, incluyendo Troilo y aquellos cuentos de Canterbury que 'empujan al pecado'. Como en el final de Troilo, la contrición nos recuerda que el genio de Chaucer no lograba escapar a la ortodoxia religiosa de sus tiempos.

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