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Pellegrini Carlos


Carlos Pellegrini, (1846-1906), El Gringo, como lo apodaron sus contemporáneos, nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1846. Su padre, el ingeniero Carlos Enrique, saboyardo de Chambery, llegó al país en 1828; proyectó como ingeniero algunas obras públicas importantes, pero fue, sobre todo, un notable retratista y pintor. En Buenos Aires, el ingeniero Pellegrini casó con María Bevans Bright, cuáquera convertida al catolicismo.

En 1867, Carlos, que era estudiante de Derecho, marchó como alférez de artillería a la guerra del Paraguay y en 1869 pudo recibirse de abogado. Su tesis universitaria versó sobre El derecho electoral y en ella sostuvo la necesidad del caudillo, el derecho del voto en la mujer y las garantías en la libertad del sufragio. Hacia 1870 se afilió al partido de Adolfo Alsina y, tres años después, al producirse la victoria autonomista en la provincia de Buenos Aires, ocupó una banca en la Legislatura bonaerense, siendo el más joven de los diputados, con sus 26 años.

Después de dejar la presidencia, fue senador nacional por Buenos Aires desde 1895 hasta 1904. Hizo un viaje Europa, por razones de salud y volvió en 1899, año en que se reintegró al Senado. El presidente Roca le confió una misión financiera en el Viejo Mundo, en 1900, y a su regreso se produjo su distanciamiento del primero. En 1906 resultó electo diputad por la Capital Federal, y e los últimos años de su existencia luchó por una reforma electoral en la que se garantizara la libertad del sufragio, y por una política económica de orientación proteccionista. Murió en Buenos Aires el 17 de julio de 1906.

La sublevación de Tejedor lo halló desempeñándose como ministro de Guerra de Avellaneda, y desde sus funciones trabajó por asegurar el triunfo roquista. En los sucesos del 80 se mostró enérgico y contribuyó militarmente a doblegar a Tejedor. Al año siguiente fue elegido senador provincial, en reemplazo de Dardo Rocha, elección en la que influyó notoriamente el general Roca.

En 1885 fue ministro de Guerra de Roca, cargo que desempeñó hasta la elección de Juárez Celman, cuya candidatura apoyó no solamente desde su cargo oficial, sino también desde las columnas del diario Sud América, que redactaba con Delfín Gallo y Roque Sáenz Peña. Durante la campaña electoral de ese año no participó activamente en ningún acto político, y se limitó a guardar el orden en los comicios.

Acompañó a Juárez Celman como vicepresidente de la República y fue solidario de todos los actos de aquél durante su período. Según Paul Groussac, no se puede presentar a Pellegrini como un censor de malas costumbres políticas que él no practicaba: fue partícipe de ellas por tolerancia pasiva. Pero en los momentos graves, en plena rebelión del 90, sostuvo con energía a la autoridad nacional. Aún más: cuando el presidente Juárez Celman salió de la ciudad rumbo a Campana, Pellegrini, montando en caballo bayo, se dirigió a la Plaza Libertad, afrontando el fuego de los cantones revolucionarlos. Instaló su despacho en las inmediaciones y desde allí dirigió el ataque final contra el Parque.

En 1874 participó en la votación de la Cámara, que convirtió al triunfo electoral mitrista en la provincia de Buenos Aires en victoria de los autonomistas, hecho que fue uno de los detonantes de la rebelión de Septiembre de ese año. En 1878, vigente la Conciliación, fue elegido diputado nacional, y al producirse el grave enfrentamiento del 80 Pellegrini se alejó de Tejedor y se acercó a Roca. Desde esos días la amistad con este último se mantuvo a lo largo de más de veinte años.

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